NOTAS PARA EL DEBATE ENTRE POLÍTICA Y 15-M

 

Tras las pasadas discusiones relativas a la relación entre el 15-M y la política, se hace necesario ordenar el debate, debido, fundamentalmente, a las implicaciones que el mismo pueda tener en un próximo futuro.

Las propuestas de diferentes Asambleas Populares del 15-M, la Asamblea de Sevilla, así como la proliferación de diferentes iniciativas en este terreno, son resultado de la experiencia de dos años ricos en acontecimientos. Los títulos con que se abordan estos asuntos son fiel reflejo de las necesidades del movimiento de Asambleas Populares: Unos lo denominan “Balance”, otros “Objetivos”. Da igual, en todo caso son igualmente válidos y complementarios.

El punto de partida tiene que ver, no solo con el Balance de lo que hemos hecho sino con la situación política en que se desarrolla nuestra actividad. Ambas perspectivas son necesarias. En su corta existencia el 15-M ha incorporado numerosas y notables cosas a lo que entendemos por conflicto social. Sus aportaciones, más que en la consecución de determinadas reivindicaciones, se observan en los cambios de mentalidad operados en el conjunto social.

Se ha modificado la relación entre dirigentes y dirigidos, no ha lugar a la diferenciación entre “vanguardia” y “masas”, tampoco se echa de menos la existencia de un partido director e interpretador de nuestras necesidades, una nueva percepción individual y colectiva del conflicto social, incluso las organizaciones sociales estables se hacen, en gran medida, permeables a las formas del movimiento, se ha avanzado en autonomía y conciencia cívica, la horizontalidad relativiza cuestiones hasta ahora consideradas relevantes, como el liderazgo, el carisma…, cualquier persona es digna de aportar sus iniciativas, el protagonismo es y debe ser colectivo, se han “fundido” los elementos legitimadores de las formas de dominación social, se han fomentado las diferentes “mareas” y “plataformas” como portadoras de una nueva relación entre los trabajadores y la ciudadanía, han irrumpido miles de movilizaciones y luchas sociales, se ha logrado crear una crisis de régimen y lo más importante, el 15-M se convierte en un nuevo poder social constituyente con la democracia y los derechos humanos como referencias incuestionables.

Pero el 15-M no es infalible y tampoco pretende serlo. Hoy somos conscientes, de forma colectiva, de una necesidad creciente: Las luchas y las movilizaciones sociales deberían traducirse en soluciones políticas diferentes de las soluciones que nos ofrecen desde la Constitución, desde el sistema de partidos, desde el déficit democrático actualmente imperante… Es decir, en poder político, en capacidad para gestionar la movilización. Y esto es así porque el 15-M es sensible ante el sufrimiento social generado por las élites dominantes, de las que el Gobierno del PP es tan sólo el “Consejo de Administración” de esos intereses anti-sociales. Igualmente hemos experimentado los límites de la auto-gestión social y colectiva en la periferia del sistema y sin renunciar a esta dinámica sabemos de la imposibilidad de crear una “sociedad paralela”. En su momento dijimos que “no nos representan” y era verdad, pero también “no les votes” y de forma indirecta fomentamos el abstencionismo… En poco más de un año, las previsiones más desalentadoras se han visto desbordadas. Es posible que con cierta ingenuidad hayamos contribuido a que la sociedad española tuviese que elegir entre lo “malo” y lo “peor” ¡y ganó lo peor!  El hecho de que “lo peor de lo peor” gobierne la sociedad española nos obliga a reflexionar sobre nuestra práctica.

Dicho de otra forma, la política que ayer echamos por la ventana, hoy abrimos nuestras puertas –en calles y plazas- para redescubrirla. Buscamos la política, sí, pero otra, y ahora para ponerla al servicio de las personas paradas, de las desahuciadas, de las excluidas, de las que sufren… Queremos la política para señalar al poderoso, al corrupto, al poder financiero, a los empresarios parásitos, a los monopolios mediáticos, a la Iglesia retrógrada, al aparato de Estado. En definitiva, contra todos los beneficiarios del expolio social que nos están imponiendo. Además, la política nos permite influir en los procesos de toma de decisiones en los que se ventilan que grupos sociales ganan o pierden. Queremos profundizar en la democracia, refundarla, reconstituirla, queremos proteger y ampliar el estado de bienestar con sus servicios públicos y sus derechos sociales, queremos que la economía y nuestras condiciones de vida no nos vengan determinadas por decisiones de grupos ajenos a cualquier procedimiento democrático. Por eso, avanzamos hacia la política y hay muchas formas de hacerlo, en la calle y en las instituciones sin que esto, necesariamente, implique una división social del compromiso político, lo que nos llevaría a nuevas y aberrantes formas de diferenciación social.

Hecha esta introducción y sin abandonar el terreno de la auto-organización y de la movilización social ¿cómo abordamos la cuestión de la política? Es por tanto, un nuevo escenario, lo que hace necesario redefinir algunas cuestiones:

Algunas notas sobre la situación

En el último año (2012) y bajo el gobierno de “lo peor de lo peor”, el paro ha crecido en más de 800.000 personas (más que la suma de los años 2010 y 2011). La deuda pública ha pasado del 65% al 85%. El déficit público –sin hacer trampas- supera el 10%. Al cierre del año 2012 la tasa de paro crece hasta el 26,2% e, igualmente la tasa de riesgo de pobreza (21,1%), cerca de 1.900.000 hogares cuentan con todos sus miembros en paro…

Simultáneamente se han endurecido –tras la última reforma laboral- las condiciones de trabajo produciendo una tremenda involución en la distribución social de la renta. Para completar el drama, la sociedad asiste perpleja a la desamortización de lo público (privatización de la sanidad e introducción de diferentes formas de copago, reducción de las inversiones en la escuela pública y ventajas sin cuento para la privada-religiosa y concertada, abandono de la ley de dependencia, de la investigación para el desarrollo…). De la misma forma reaparece la Justicia de clase, pretenden re-familiarizar las relaciones sociales, lo que supone centrar la función de la mujer en la reproducción de las condiciones sociales, negar el derecho a disponer de su propio cuerpo y hacer recaer, fundamentalmente sobre ellas, el peso del déficit de servicios públicos (atención y cuidados).

Asistimos al desmantelamiento del estado de bienestar antes, incluso, de que alcanzase niveles homologables al de los países más desarrollados de la UE. No se pueden atacar las condiciones de vida de la mayoría social sin imponer, a la vez, la coerción sobre la protesta social, la represión de la disidencia, siendo así que nuestra “democracia” cada vez lo es menos, convirtiéndose en algo incómodo para las élites dominantes. A nadie sorprende que este país se haya convertido en uno de los paraísos preferidos para las mafias nacionales e internacionales. No es descabellado afirmar que el Gobierno Rajoy es el brazo político de dichas mafias y el PP una tapadera para el desarrollo de actividades delictivas.

Y sin embargo, vivimos una crisis múltiple y combinada: económica, ecológica, social, moral y política. En este sentido, llama la atención las formas que adopta la crisis política (crisis de régimen). Esto significa que la corrupción no sólo es la “grasa” del sistema, también su “talón de Aquiles”, afectando al conjunto institucional y normativo, a todo el edificio jurídico-político (monarquía, gobierno, justicia, Constitución, instituciones representativas, sistema de partidos, sistema electoral…). Los elementos que permiten el ejercicio de las funciones de gobierno (legitimidad, gobernabilidad, invulnerabilidad) se desplazan de la legitimidad hacia la invulnerabilidad, lo que sin duda, no debe sorprendernos.

En fin, este es el escenario, complejo y mutante, el campo en el que las fuerzas sociales que quieren cambiar las cosas pueden y deben actuar. En estas circunstancias la pasividad es un “crimen” y el 15-M está obligado a intervenir en un terreno de juego que no ha elegido. Es la ocasión para mostrar su necesidad y utilidad.

Qué son las Asambleas Populares (15-M)?

Es difícil definir qué es el 15-M. Cualquiera de sus muchos activistas daría una opinión repleta de subjetivismo y no por ello equivocada. En unos casos se hablará de un sentimiento, de una nueva identidad social, de una referencia colectiva e intangible, de un movimiento social específico, de un contrapoder social…

Nada de lo anterior es mentira, pero intentando ser riguroso se debe precisar más, sin por ello “encorsetarle” a lo ya conocido. En la sociedad española existen ya diferentes movimientos sociales, con distintos niveles de desarrollo, de influencia social y de actividad. Aparte del movimiento obrero-sindical, contamos con un movimiento ciudadano que dota al conflicto social de un ámbito espacial (segundo salario); un movimiento feminista, otro juvenil-estudiantil, ecologista, de defensa de los derechos humanos, de defensa de los servicios públicos, de liberación sexual, de recuperación de la memoria histórica, de la cultura, del consumo… Todos ellos agentes sociales transformadores, todos específicos y con identidades reconocidas.

¿Son las Asambleas Populares otro movimiento social al uso? En este sentido su presentación en sociedad desbordó las formas tradicionales y/o convencionales. Desde su traslado a barrios y pueblos devino en organismo unitario en que todas y todos cabían, un incipiente órgano de “democracia directa” de la ciudadanía. Como órgano de democracia directa tiene semejanzas históricas e internacionales con otras experiencias. En su actividad toma la forma de movimiento social, de naturaleza interclasista, intergeneracional, plurinacional, de base territorial y actividad multisectorial (en este sentido podría ser definido como “movimiento de movimientos”). En cambio, orgánicamente ejerce de naciente “poder popular”, o dicho de otra forma: un contrapoder que aspira a expresar el poder de “los de abajo”, un nuevo poder constituyente con la función de practicar y ejercer la facultad de poder destituyente de las élites dominantes.

Sin renunciar a nada y sin excluir a nadie, la concepción como órgano de democracia directa (no necesariamente contrapuesto a la democracia representativa), debería resaltar su naturaleza como marco orgánico de un embrionario poder popular.

“Alianza de las élites” y “Alianza de las fuerzas sociales democráticas”

Es posible que el 15-M tenga más claro por qué lucha que contra quién lucha. Es natural que así sea, sobre todo cuando la definición del conflicto se simplifica: “somos el 99%”. Se supone que ese 1% restante engloba a los beneficiarios del sistema. Al margen de consideraciones sobre la validez de esa relación (99% y 1%), lo que es indudable es que nos encontramos ante una poderosa “Alianza de las élites”, una alianza de amplitud supranacional y que desborda el marco nacional. ¡Qué inmenso error considerar al Gobierno Rajoy una víctima más de la maldad de Merkel! Aquí y allá las políticas neo-liberales se aplican por convicción y para proteger los intereses de dichas élites, los gobiernos nacionales son su instrumento y las reformas y recortes van en esa dirección. Rajoy, por tanto, no está preso.

¿Son los mercados un ente abstracto o un conjunto de fuerzas sociales definidas? ¿Quiénes son esas gentes? Sin duda son una minoría social, poderosa y decisiva a la hora de determinar la actuación de los poderes públicos.

Son el poder financiero, la patronal española fielmente representada por la CEOE y que constituye, en todos los órdenes, el principal aliado del poder financiero para someter, conjuntamente, al mundo del trabajo, pues no en vano la expansión del crédito bancario de unos es el complemento de los bajos salarios que imponen los otros. En nuestro país es necesario resaltar el protagonismo ejercido por la Iglesia Católica por su función legitimadora del orden social y porque es el instrumento cohesionador de las ideas dominantes. En este sentido conviene no olvidar a los “grupos mediáticos” en su totalidad vinculados al poder financiero y a la gran patronal, capaces de desacreditar cualquier aspiración de cambio social o de presentar como incuestionables y necesarias las dinámicas políticas más involucionistas. Por último, señalar al aparato de Estado, heredado del franquismo y especialmente a la Justicia,  habitualmente encargada de sancionar la impunidad como norma jurídica del Estado. No sin fricciones este es el bloque social dominante en nuestro país, el que decide, sin control democrático alguno, sobre el presente y el futuro de sus habitantes.

Esta “alianza de las élites”, traspasa las fronteras nacionales y ejerce su dominación en todas las esferas de las relaciones sociales. El pensamiento neo-liberal no entiende de pactos ni de compromisos, el poder económico, ideológico y político no puede ser compartido y la necesidad de su concentración obedece a la naturaleza propia de la “estafa” de un capitalismo en crisis. En este sentido, la democracia no deja de ser una superestructura incómoda, el Estado de Bienestar una rémora para la globalización absoluta, la política económica una exclusividad de dichas élites y el medio natural el escenario al cual depredar sin límite alguno. Podría ser de otra forma, pero las poderosas fuerzas de esa “alianza” están imponiendo sus soluciones y su barbarie. En cambio, el desenlace depende no tanto de ellos como de nosotros.

Las movilizaciones desarrolladas por el 15-M ya forman parte del patrimonio de los que quieren articular una sociedad civil crítica, democrática, plural y activa, siendo el Movimiento de Asambleas Populares 15-M el catalizador de este “renacimiento democrático”. El 15-M se ha constituido como la más importante oposición social real, sobre todo teniendo en cuenta la relativa pasividad de la izquierda política o la irrelevancia social de los sindicatos (con la excepción de las huelgas generales), lo que sin duda, es un mal dato de la realidad que vivimos.

Entre los movimientos sociales transformadores en general y en el movimiento obrero en particular, ha sido habitual una histórica preocupación por la unidad. La convergencia de lo diverso o de lo diferente requiere de una creciente sensibilidad y madurez hacia lo que no es afín o identitario. Sin embargo, la unidad permite incrementar la posibilidad de influir en la toma de decisiones. El 15-M puede desempeñar un protagonismo especial en la construcción de lo que la movilización social necesita, un contrapoder contra las élites, una especie de “alianza de las fuerzas sociales democráticas”

Las condiciones están dadas. La experiencia de dos años nos muestra que la respuesta al neo-liberalismo es plural y suficientemente diversificada (para algunos, excesivamente diversificada). Las víctimas del Gobierno Rajoy se cuentan por millones, todo un reguero de delitos y atentados contra la ciudadanía, también generosos regalos y “sobres” para unas élites descaradamente hostiles a nuestros derechos y libertades. Ya no sólo se trata de exigir la derogación de la Reforma Laboral, de defender la escuela, la sanidad o unos servicios sociales públicos, de impedir la ejecución de desahucios, del derecho de las mujeres a decidir por sí y sobre sí mismas, de la no criminalización de la protesta social ciudadana, de rechazar el pago de la deuda, de denunciar la estafa de las preferentes…, se trata de todo. Pues todo apunta hacia unas élites culpables, esas mismas élites que contemplan la sociedad como la ofrenda de su aquelarre.

El 15-M tiene una indudable co-responsabilidad con las Mareas y Plataformas, una magnífica relación con los movimientos sociales, una mejorable relación con el movimiento sindical y una formidable corriente social de simpatía hacia sus actividades. No será fácil articular un bloque democrático, ni establecer los cauces y procesos de esa la “alianza social”, aunque ya contemos con la movilización y la predisposición colectiva a la unidad.

¡Abajo el Gobierno Rajoy! ¡Elecciones ya!

El 15-M además, de actor social, puede ejercer de sujeto político. Es preciso que así sea. Solo los prejuicios impiden que quien ejerce como oposición social pueda ejercer como sujeto político. Nada esperamos del PSOE y aunque “vayamos despacio” tampoco podemos esperar a que IU se convierta en receptora política del descontento social.

Aunque el Gobierno Rajoy cuente con una holgada mayoría parlamentaria, la impresionante contestación social ha contribuido a su deslegitimación, tanto o más que las muchas vergüenzas de las instituciones. El resultado es una crisis de régimen. El sufrimiento provocado por las élites es tan profundo que se abre camino la convicción de que no se puede esperar a 2015 para cambiar el rumbo político del país.

Así iniciativas como la del “Frente Cívico” o “Alternativa desde abajo” aspiran, de forma más o menos afortunada, a dar respuesta a esas inquietudes. No se trata aquí de analizarlas aunque llama la atención su excesiva preocupación programática. Si la convergencia social es posible, la convergencia política se convierte en necesidad y para ello nada más unitario que ¡Abajo el Gobierno Rajoy! ¡Elecciones ya! Ahí está el objetivo político de las movilizaciones, la posibilidad de estimular su continuidad, el mejor antídoto para cualquier desencanto.

Volviendo al contenido programático, basta con recordar las reivindicaciones de las diferentes mareas y plataformas, ese es el programa y no el resultado de un estudio de laboratorio, ni de las aportaciones exclusivas de expertos o especialistas. Se podría decir que más que macro-programa se requiere discurso. Con el discurso se articula una “mayoría social”, se aporta un contenido más estratégico que táctico, se anima a sustituir la hegemonía neo-liberal por nuevas ideas emancipatorias… Por ejemplo:

Ante la voluntad del PP de no modificar la Constitución, se alza la propuesta de reforma constitucional avalada por el PSOE y frente a ellas la de “nuevo proceso constituyente” cada vez más en consonancia con las demandas de la protesta social. Una Constitución que ya no vale, elástica como un chicle cuando se trata de adecuar a las exigencias de los poderosos, e inflexible e implacable ante las demandas de la ciudadanía. Un nuevo proceso constituyente para que la sociedad decida el régimen jurídico-político que ha de regir y asegurar nuestros derechos y libertades, la forma de Estado, la participación social y la relación entre la democracia directa y la democracia representativa… Igualmente la necesidad de no limitar la democracia al terreno de las formas políticas nos lleva al terreno de la democratización de las relaciones económicas y por supuesto a la derogación de una reforma laboral que consagra relaciones de sometimiento de los más, defender la apropiación colectiva de los recursos, una economía al servicio de la sociedad y no a la inversa, … Por último, la defensa del estado de bienestar con todos sus componentes, la negativa a cualquier apropiación privada de lo público y el control social y democrático de nuestra educación, sanidad y servicios sociales.

A grandes rasgos esas pueden ser las líneas generales de un discurso generalmente compartido por los grupos sociales víctimas del neo-liberalismo. Se defiende en las calles y plazas, se trata de defenderlo en los parlamentos y en todas las instituciones. ¿Quién debe hacerlo?

No todas las fórmulas son válidas. No se trata de que Izquierda Unida duplique o triplique su representación parlamentaria, ni de que Izquierda Anticapitalista avance en la construcción de alternativas al sistema, ni de que EQUO irrumpa en las instituciones. Se trata de que las aspiraciones de los movimientos sociales, de las mareas y plataformas, de las Asambleas Populares, de los trabajadores…, tengan, por fin, un altavoz en el Congreso. Se trata de echar a la derecha y de abrir nuevas perspectivas de cambio social, en nuestro país y en la Unión Europea.

Si IU, IZAN y EQUO y otros son incapaces de impulsar un frente electoral de la izquierda, el 15-M debe ocupar su lugar. Tampoco se pueden descartar fórmulas mixtas. El 15-M no puede ni debe convertirse en partido político, pero sí estimular candidaturas de las Asambleas Populares, pues no es indiferente ni neutral ante quién o quiénes ejercen el poder público. Sin prejuicios y puesto que no nos representan, estamos legitimados para representarnos a nosotros mismos. En esa tarea el fortalecimiento de este “movimiento de movimientos” sería incontestable, sería una sacudida social. Una sacudida para poner fin al sufrimiento humano que imponen los poderosos y que los millones de víctimas necesitan.

¿Cómo hacerlo? será el contenido del próximo debate.

APORTACIÓN PARTICULAR AL DEBATE

JOSÉ L. MATEOS (ASAMBLEA POPULAR DE LA CONCE)

Madrid, 23 de mayo de 2013

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